domingo, 15 de marzo de 2015

JUAN MARAGALL, MUERTE DE UN GRAN POETA

EL LIBERAL, ADOLFO MARSILLACH, 21 DICIEMBRE 1911

A las dos y media de la madrugada ha fallecido Maragall. Ha muerto en la plenitud de sus facultades mentales, serenamente, rodeado de todos los individuos de su familia. La esposa, abrazada al cadáver del poeta, lloraba con desesperación. Maragall había suplicado a un íntimo amigo que su cadáver fuese amortajado con el hábito de San Francisco. Una de las habitaciones situadas en la planta baja del palacio ha sido convertida en capilla ardiente. El cadáver amortajado ha sido colocado en un modesto túmulo. Lo vela una monja. Una mujer de modesto aspecto que llevaba de la mano a una preciosa niña obtuvo permiso para ver el cadáver y depositó sobre él algunos crisantemos. Han desfilado ante el cadáver muchos políticos, artistas, escritores, aristócratas, comerciantes y obreros. En entierro se efectuará mañana, a las diez. Maragall tenía cincuenta y dos años.

El poeta que acaba de morir era en la actualidad el mayor de Cataluña, y uno de los mayores de nuestro tiempo. Excelente crítico y notable periodista, sobresalió como pocos en la lengua castellana; pero su obra poética en la lengua de Cataluña será la que perpetuamente le sobreviva. Pocos días há, nuestro compañero Adolfo Marsillach trazaba su semblanza en estas columnas.

Es bajo, delgado, bien proporcionado: tiene cincuenta años, trece hijos, una fábrica y una gran fortuna. Apresúrome a hacer constar que no lo ha ganado escribiendo.

Maragall es, además, sencillo, retraído, modesto, afable, entusiasta de Cataluña y buen español. Su medio siglo de existencia lo ha pasado entre libros: algo en la tertúlia del Ateneo, cuidando de la educación de sus hijos y haciendo versos. No tiene enemigos porque es muy bueno, porque ha intervenido en la política y porque no se ha metido con nadie. Ha vivido en la soledad, en el aislamiento, huyendo de exhibiciones y vanidades. Fué presidente del Ateneo contra su gusto: es socio de la Económica por imposición de sus amigos; milita en el conservadurismo sin ser reaccionario ni radical. Ha contribuído con todas sus fuerzas al despertar del regionalismo literario, sin enconar, como otros, las pasiones.

Durante muchos años fue colaborador del Diario de Barcelona y secretario de D. Juan Mañé y Flaquer. Fallecido aquel maestro ilustre de periodistas, ocurrió una escisión entre los redactores y el propietario del viejo "Brusi", de cuyas resultas se apartaron de él los Sres Maragall, Masriera, Miguel Santos Oliver, Bassegoda y algún otro. Entonces Maragall dejó de escribir artículos, hasta que, hace poco, el actual director del Diario de Barcelona, D. Luis Soler y Casajuana, le suplicó que volviera a honrar con su firma las páginas de su periódico. La reaparición del autor de "Visions y cants" en el periodismo barcelonés, fue saludada con grave júbilo por la Prensa catalana.

Maragall, sobre todas las cosas, es poeta. En la actualidad, es el primer poeta de Cataluña, y quizás también lo fuera de otras tierras si versificara en otras lenguas. La poesía de Maragall es inspiradísima, y, para emocionar, no necesita recurrir a efectismos ni a lirismos altisonantes. Sus versos tienen sabor helénico, y salen de la pluma inmaculada del vate ilustre con la espontaneidad y belleza que la luz emana del sol. Los versos de Maragall se distinguen por la rara condición de carecer de abjetivos. Es el poeta del sustantivo. Nada de palabras vanas, sobrantes, inútiles, engarzadas en los versos por exigencias de la métrica o del consonante. La imagen bella, el símil sorprendente, el delicado pensamiento, la idea generosa y grande brotan sin violencias de su cerebro. Este es el encanto de las poesías de Maragall.

Quien desconozca su libro "Visions y cants", de que son continuación los titulados "Enllà" y "Seqüencies", búsquelo y léalo, seguro de encontrar alimento para el alma, confortación para el espíritu y regalo para el gusto.
Fuera delito imperdonable no citar de entre su producción "La vaca ciega". Esa admirable elegía, lo mismo en verso catalán que en la traducción castellana hecha por Eduardo Marquina, pertenece de derecho a las antologías peninsulares. Mejor aún, a la de toda la gente latina.

Amó a Cataluña, y extendió su amor a las tierras en que, a un lado y otro del Pirineo, se habla la lengua de oc.
En la magna composición que le premiaron en los Juegos Florales de 1904, puesto en la cima mas alta del monte, soñaba con verlas reunidas. Pero meses después, cuando las pasiones regionalistas y centralistas creaban abismos en donde apenas había surcos, Juan Maragall, el grande y el bueno en graves y magníficas estrofas saludaba cordialmente a su madre España. Séale leve y amorosa la tierra que va a guardar sus cenizas. Y no se encele Cataluña por que creamos y digamos que aquel alma, serena y armoniosa, era tan suya como nuestra.

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